Por otro lado Luzbel y Lucifer hicieron casi lo mismo, demarcaron al planeta en varios
lugares y colocaron signos matemáticos para un futuro reconocimiento de los
fragmentos, ellos también habían ideado un plan matemático que les permitiría no solo
el reconocimiento, si no la libertad de las energías-pensamientos de Satién. El planeta
Satién les pertenecía y ellos no lo iban abandonar y menos hacerlo parte de la
Confederación. Luzbel y Lucifer estaban seguros y confiantes, que al explosionar
Satién les proporcionaría la gran oportunidad de crecer y expandirse en el universo,
porque formarían otros planetas, sistemas y constelaciones iguales, de esta forma su
reinado sería cada vez mayor. Ellos no sospechaban que la Confederación había
tomado todos los cuidados, para que ellos jamás pudiesen invadir al universo y menos
autoproclamarse dioses de esas realidades.
Llegó el día esperado, el planeta Satién totalmente ionizado y electrificado, explosionó
con tanta fuerza y violencia, que sus fragmentos viajaron a velocidades increíbles,
esparciéndose en la realidad inferior, llegando a lugares insospechados, nunca
descubiertos ni estudiados. Los planetas cercanos se protegieron y por mucho tiempo
la radiación de esa energía dañina infectó las zonas aledañas, las cuales se
mantuvieron por miles de millones de años en cuarentena.
Satién un planeta que había sido creado con tanto cuidado, donde la forma-hombre se
había desarrollado bajo la mirada de los mundos superiores no existía. Pero su
maldad estaba impregnada en cada uno de los fragmentos. La enfermedad estaba
ramificada y el virus del factor x había llegado a las realidades más densas.
Luzbel y Lucifer, habían escapado ilesos de esa tremenda explosión, sus hologramas
divagaron también por miles de millones de años, en un tiempo inimaginable, hasta
que encontraron algunos fragmentos de Satién,
En el transcurso de la evolución los fragmentos se habían transformado en fuertes
planetas que giraban alrededor de algún sol y se encontraban adaptados en sistemas
más completos. Esos sistemas eran muy jóvenes, estaban en pleno proceso evolutivo,
fuego, gases y temperaturas altísimas envolvían todavía esa parte del universo
inexplorado. Muchos fragmentos de Satién se encontraban en esa parte del universo.
La Confederación Cósmica los había clasificado y les había colocado un número
matemático para diferenciarlos. En medio de toda esa realidad deforme y todavía en
desarrollo, se destacaba un fragmento grande de Satién, este estaba totalmente
acoplado a un sistema y se había convertido en un planeta con todas las
características adecuadas para albergar en un futuro la vida. La Confederación
Cósmica le dio el nombre: número 3.3.3